Vibramos

1 - Vibramos
Riri recién nacida

Gabriela Ruiz Agila

@GabyRuizMx

Estoy mirando las nubes brillar con el efecto del bisel de un artista cósmico. En algún lugar del Caribe, en una serie que veré en el futuro, hay un hombre caminando hacia el ojo del huracán con nombre de mujer. Son las siete de la mañana. Bruna, una cachorra rescatada, merodea la terraza de la casa paterna. Percibe la vibración de la tierra que la hizo aullar en abril de 2016, cuando en Manabí la tierra se sacudió a 7.8 grados de la escala de Richter.

En efecto, mi cría y yo, estamos vibrando con el universo. La fuente se rompe justo después de que veo al inmenso sol desperezándose entre las nubes y las altas crestas de las montañas andinas. Dos hilos de agua bajan paralelos a velocidad de caricia. Bruna tiene una serenidad similar a la de una abuela. No debo temer.

“Espero un bebé. No sé aún si es un niño o una niña” dije con un cuerpo que aún no tenía una pancita pero que ya se había estremecido con el latido de un corazón. “El pensamiento que más abrazo de mi embarazo –me contó la poeta Jennie Carrasco– es comprender que cuando esperas a una hija, guardas en tu útero a todas las próximas generaciones”. Es un decreto potente que Jennie sembró en mi mente esa tarde en el jardín donde nos encontramos en una conocida librería de la ciudad. Jennie que además practica la música de los cuencos tibetanos, observaba a su nieta tomar fotos con su moderna Polaroid.

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Jennie Carrasco Molina y Gabriela Ruiz

Sus palabras resonaban hasta el recuerdo de mi primer eco intrauterino. No fue lo que vi sino lo que escuché. El latido fuerte y claro de un diminuto ser anunciándose: “¡Ya estoy aquí!”. Fue la contundencia de un golpe sonoro haciéndose eco en oraciones cortas como mantras: “Te espero hija.”  “Bienvenida”. “Eres hija de una mujer libre.” El latido que amalgamaba todo el punk, la poesía y el miedo que he tocado con estas manos. Lo digo con certeza: antes que un cuerpo, cada ser humano es primero un corazón.

El huracán con nombre de mujer que algún día encontrará al protagonista de un deseo cinematográfico en La Habana, se formará en agosto cerca de las islas de Cabo Verde a partir de una onda tropical que viajará desde la costa oeste de África. Para mí también es agosto. Estoy de pie, arropada por los vientos del Cauca, un viaje místico que hice con los indígenas del Pueblo Nasa. Las emociones más fuertes de mi vida agitan como Irma al Océano Atlántico.

La noche anterior, un dolor intenso se había instalado detrás de mis caderas. Dentro de tres días, el dolor se irá. A ti querida hija, no pude soñarte. Pero te sentí en la luz infinita de ese verano invencible en mí. El 17 de agosto es un gran día para nacer. Y después te contaré una bella historia, la del alumbramiento de Buda en el jardín de Lambini donde crecen los árboles que no sufren. Maya, su madre, extiende la mano para tomar sus frutos. Yo también estoy de pie, y levanto mis brazos para decirte: “Bienvenida a la hermosa vida”.

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Gabriela Ruiz
Investigadora en prensa, estudios migratorios y derechos humanos. Ha colaborado como articulista y cronista para diversos medios impresos y digitales del país. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño; entre otros. Madame Ho en literatura.

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