“Sí. Es una niña.”
De izquierda a derecha: Alicia Coawiya, Gabriela Ruiz,Yolanda Omaca. Fotografías de Darwin Pizarro.
Gabriela Ruiz Agila
@GabyRuizMx
Recuerdo que acepté hacer un viaje al noroccidente de Pichincha. Viajé con un grupo de reporteros y en condiciones seguras para mi estado de gestación. Comer. Pasear entre las orquídeas de Pacto. Hablar también con los vecinos de la amenaza de la minería. Escuchar que los corretearon ´a bala´ mientras el testigo me ofrecía apoyo en su brazo izquierdo. Querer caminar más para llegar a la próxima hacienda y detenerme por el peso, por el miedo. Ya éramos dos caminando sobre un solo par de pies.
Anaïs Suire me acompañaba. Fue la primera mujer fotógrafa con la que trabajé en campo. Estaba sorprendida de verme con esa gran panza trabajando. Anaïs tenía tantas preguntas. Y con ella, como con otras mujeres que ejercen el periodismo, tuve cortas o extensas conversaciones sobre la maternidad. En mi rutina como cronista, siempre preparé mis viajes con agua embotellada y artículos varios que me permitieran atender necesidades primarias. Ahora comía entre cinco o seis veces por día, y estaba atenta a los horarios en los que el bebé despertaba para prestarle atención. “¿Ya sabes qué es?”, me preguntó. “Sí. Es una niña.”
Dos meses antes había escrito la crónica de las mujeres amazónicas que estuvieron una semana en la Plaza Grande esperando audiencia en el palacio presidencial. A las mujeres shuar, achuar, shiwiar, waorani, sapara y mestizas las había acompañado antes en otras jornadas de protesta. Después de la asamblea, Alicia Coawiya, guerrera waorani, me preguntó: “¿El bebé se mueve ya?”. Y me explicó: “Si sientes que se mueve es una niña. Nosotras nos movemos desde el primer momento en el vientre de nuestra madre, y no paramos nunca”.
Los fotógrafos de Fluxus nos retrataron a Dayuma nieta y a mí, con cinco y cuatro meses de embarazo respectivamente. Le hablé al bebé que creía era un varón: “Esta noche escucharás historias dignas de llanto. Y nos iremos a casa. Haré que valga la pena cada palabra.” Catalina Chumbi, shuar de Pastaza, me contó: “Mi hija se llamaba Soledad porque nació sola. Su padre me dejó cuando ella estaba en mi vientre. Me dijo que si yo me había dedicado a ser política, me quedaría también sola.” Y nos dimos un abrazo en esa oscuridad. Los fotógrafos bajaron las cámaras y se dieron la vuelta.
“¡Qué más te iba a mandar el universo!” me dijo con alegría la artista Sandra Navia cuando supe que traía una niña en camino. Me cuestioné por creer que el bebé era un varón. “Las mamás sabemos cosas” predije con plena seguridad antes. ¿Quería que lo fuera? Tan consciente de la violencia contra nosotras las mujeres, tan segura de que Alicia y Catalina tenían razón. De que yo no iba a parar de moverme nunca y que me quedaría sola por determinarme a ser feliz. “Eres hija de una mujer libre” le digo constantemente en voz alta.
No había nadie presionándome para continuar ejerciendo. Siempre escribí para quien me dio la gana y sobre lo que quise. Pero yo sentía que me hallaba en una carrera contra la muerte. Quería continuar siendo yo y dejarle un legado a esa hija que venía. Considerando que todo saldría bien en el parto y también que podía morir. No lo voy a negar. Embarazada sentí la vida en su constante lucha y vi con asombro, superarse los límites del cuerpo que hasta entonces adiestré con miedo o pequeñas victorias que lo hicieron regocijarse de placer.
El texto sobre mi viaje al noroccidente de Pichincha lo pude terminar de escribir ahora que Riri cumplió cinco meses. Con su escritura, vino la aceptación de procesos de cambio en el cuerpo, en el alma, en mi mente que estuvo ocupada 90% en sostener nuestras vidas. Escribo crónicas de forma personal y no entiendo otra forma de hacer periodismo.
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Investigadora en prensa, estudios migratorios y derechos humanos. Ha colaborado como articulista y cronista para diversos medios impresos y digitales del país. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño; entre otros. Madame Ho en literatura.