La madre que puedo ser
Gabriela Ruiz Agila
@GabyRuizMx
Le escribí un día a la querida Paulina Simon Torres, autora del libro La madre que puedo ser. El adelanto que se publicó de la obra, me dio una isla donde descansar en medio del océano de la maternidad: “Fui madre a los 30 años. Tenía muchas ganas de serlo. Fue una decisión consciente y voluntaria, en ambos casos. Sin embargo, el modo en que ser madre ha cambiado mi vida, mi matrimonio, mi capacidad intelectual y mi sentido del humor, es algo que aún sigo descifrando, y evalúo cada día, varias veces al día” —leí como escuchándome hablar en voz alta.
Sus palabras me acompañaron en los primeros tres meses del nacimiento de mi bebé. La maternidad es un proceso de cambios sobre las referencias del cuerpo y el tiempo, y en algún momento, empezó a sentirse como una guerra sin tregua. A esta permanente confrontación de los ideales con la realidad, y de la puesta a prueba de mis límites físicos y psíquicos le llamo “mi pequeño Vietnam”. ¡El bebé necesita una madre y la necesita ahora! —diálogo angular en la primera consulta con el ginecólogo, Wilson Puente.
Intento explicar… La guerra: Un embarazo sola, contracciones por dos días y no lograr parir; la cesárea y su costo; 45 minutos de sueño entre cada siesta de la bebé; la leche que no llega y que no es suficiente; y sangrar todo el tiempo mientras intentas levantarte de lado porque la herida que te partió en dos está fresca. Coágulos en forma de medusas escapándose por el inodoro.
Los heridos: mamá que se vuelve loca de amor y falta de sueño; la bebé que llora por los cólicos que le causan la leche de fórmula, las infusiones de hierbas que ingiere mamá y no surten efectos, un protagonista ausente que nos declaró la guerra fría. La paz: las tetas hinchadas por leche que se derrama, la bebé con los ojos cerrados percibe los cambios en la intensidad de la luz y su reflejo de orientación es el rostro de mamá. Mi olor de animal. Mis enormes ganas de vivir.
“Esa criatura seguía siendo una extensión de mi cuerpo, quién sabe, compartíamos algo que nos dejaba solos a ambos porque éramos la misma cosa. Él también extrañaría el calor de hacía unos meses, yo extrañaba tenerlo todo bajo control con él bien cuidado desde adentro. Ahora estábamos los dos afuera, muy frágiles y temerosos. A la intemperie.” escribe Paulina Simon Torres en el capítulo Ninguna soledad es igual a la otra.
Paulina Simon Torres vino a visitarme cuando paradójicamente, más frágil y fuerte me sentía. Ella conocía ese estado: “…estar ebria en hormonas, elevada en prolactina y oxitocina para empezar a sentirme orgullosa de eso que hasta hacía unos meses estaba acabando con la mujer que conocía y que ahora me devolvía la imagen de una guerrera.” Recordaba sus alusiones a la tribu que debería cuidar de ti y tu cría sobre todo en el puerperio. Me preguntó: ¿estás bien?
Es revelador y tan íntimo compartir las experiencias del embarazo y de la crianza con otras madres. Te hace comprender el valor individual de cada maternidad en sus propias condiciones. A Paulina, le agradezco por escribir esta larga crónica que reúne sus experiencias vitales como mujer sin las cuales me hubiera costado —no sé cuánto tiempo— entender que es mi derecho, vivir la maternidad conforme ame o fracase, disfrutar libre de culpa y alejada del aplastante discurso de la “buena madre”. Paulina dice y me identifico: “Trato de escribir. Trato de filmar. Trato de dar clases. Trato de ir al baño con la puerta cerrada con llave.”
Paulina me trajo personalmente el libro y escuchó esta historia. Cuando terminé la lectura, hice una exhalación profunda. Me dispondría a vivir mi maternidad con completa entrega a mi naturaleza y su instinto. Conservo el libro como un regalo con la siguiente dedicatoria: “porque nuestros Vietnam también sean París. Con toda la alegría materna y amor.” Mi pequeño Vietnam no me será arrebatado por el patriarcado o el marketing de bebés. Mi pequeño Vietnam tiene en su centro a la pequeña Hiroshima creciendo, un poema que en su emoción nuclear no cesa. Mi pequeño Vietnam reúne ahora las historias de triunfo de todas las madres de mi linaje. A ellas y para ti Riri, mi batalla amorosa de todos los días.
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Investigadora en prensa, estudios migratorios y derechos humanos. Ha colaborado como articulista y cronista para diversos medios impresos y digitales del país. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño; entre otros. Madame Ho en literatura.