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Ir hacia adelante

Texto: Karla Crespo Jiménez 

No recuerdo su nombre. Era pequeña, de piel canela, cabello negro y voz bajita. Recuerdo su cara, sus manos, pero no su nombre. Jugábamos cada fin de semana en el patio de su casa, que estaba al frente de la casa de mis abuelos. Tardes enteras jugando, pero no recuerdo su nombre. 

 

Una ocasión me invitó a su cumpleaños. Un payaso, una torta grande y decorada, la gelatina, la música, los regalos, las fotos. En esas fotos no aparecían ni su mamá, ni su papá. Los dos habían migrado a Estado Unidos. Ella y su hermano mayor se quedaron al cuidado de sus abuelos maternos. Ese día la abracé y le deseé feliz cumpleaños. 

 

Compartimos más sábados y domingos, hasta que ella dejó de salir al patio con sus juguetes, su voz bajita y sus zapatos deportivos. Ese fin de semana mi abuela me dijo que ella y su hermano se habían ido, que sus padres les mandaron a buscar. Dijo que una niña y niño estaban viajando solos con un coyote, que iban a cruzar la frontera, que quizá tendrían que caminar mucho por un desierto peligroso. Dijo que habían migrado. 

 

Desde ese día las palabras coyote, migración, frontera, desaparición, Río Bravo, se repetían cada vez más. Las escuchaba en la escuela, las decían mis profesoras y las presentadoras de la televisión. Las escuchaba en mi casa y en la de mis abuelos. 

 

Los padres de algunas amigas y otras conocidas también migraron. Luego lo hicieron sus madres. Ahora, después de 20 años y un encierro por la covid-19, también lo hicieron ellas. Las mujeres que alguna vez fueron mis compañeras de escuela y colegio, han decido cruzar la frontera, algunas lo han hecho solas, otras con sus hijas e hijos. 

 

Hasta agosto de 2021 los ecuatorianos detenidos, expulsados o deportados en la frontera de México y Estados Unidos llegaban a los 89.000 y de los 29 casos de desaparecidos, no se tenía información de 17, según el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. No se sabe cuántas son mujeres y niñas, pero cada vez hay más noticias sobre sus desapariciones y muertes. Más noticias sobre niñas abandonadas o lanzadas desde muros. 

 

Contar sus historias es importante y necesario porque expone los peligros a los que se enfrentan, porque reconoce la existencia de una migración femenina, que se mueve, que busca nuevas oportunidades, que pone el cuerpo en cada momento. Contar sus historias evita que los nombres de las mujeres, niñas, amigas, compañeras  se olviden. 

 

Por ello creamos Ir hacia adelante, un podcast para contar historias de mujeres migrantes que han decido salir de Ecuador o llegar a él. Sí, porque el país también recibe a mujeres, madres e hijas que ven en este territorio un espacio para comenzar otra vez. 

 

Te invitamos a acompañarnos en los tres episodios de este podcast. Cada uno cuenta las historias de mujeres cubanas, venezolanas y ecuatorianas que maternan en soledad, que cada mes se ajustan económicamente para enviar remesas a las hijas e hijos que dejaron en sus países y las que han perdido su vida ejerciendo su derecho a migrar. 

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Ir hacia adelante fue producido por Karla Crespo Jiménez, Ana Ortega Delgado y Daniel Pachari Bravo, periodistas de La Andariega. Con ilustraciones de Tsunki Escandón Dután.

Este contenido es parte de una cobertura colaborativa y fue posible gracias a la alianza de la #CoaliciónLATAM entre Revista Colibrí (Argentina), Distintas Latitudes (México), Morras Explican Cosas (México) y La Antígona (Perú), ganadora del Fondo de Respuesta Rápida de Chicas Poderosas, Internews, Consejo de Redacción y Fundamedios.