Maura González

Maura González

Por Sofía Carrillo

Maura González habla poco y sonríe constantemente. Es artesana, mamá de dos mujeres y dos varones de 26, 24, 22 y 10 años. Antes de la pandemia, vendía sus piezas de mazapán y porcelanicron en un almacén en el centro de la ciudad, asistía a ferias a nivel local y nacional, su vida era otra. El covid-19 llegó a cambiarlo todo y no sabe hasta cuando.

A través de una pantalla, que solo permite ver su rostro y su pelo negro y largo, esta artesana de 42 años, habla de sus hijos y la labor de ser madre en pandemia.

“Las dos primeras ya están casadas, ya tienen su vida”, cuenta Maura. Ahora vive con su hijo de 22 y el de 10 años, quien fue diagnosticado con parálisis cerebral infantil, un trastorno que dificulta la actividad motora cuando tenía apenas un mes de edad.

“No me van a creer, pero al mes yo ya sabía que mi hijo tenía algo y yo insistí a los doctores hasta que le hagan los exámenes y me den un diagnóstico”, dice en su intento de explicar su instinto materno.

Al llegar la crisis sanitaria su vida cambió, como la de muchas personas. En Cuenca, el índice de desempleo para las mujeres, durante el 2021, se ha posicionado en 9.1 %. Maura forma parte de esa cifra. Para ella la llegada de la pandemia significó cerrar su almacén, guardar la mercadería en cajas e ir a casa para desempeñar el papel de mamá, cuidadora, terapista, cocinera...

La rutina de Maura empieza muy temprano cuando sale a caminar, al regresar se baña e inicia su jornada en el hogar con el desayuno. En las mañanas, ayuda a su hijo, que asiste de manera virtual a la escuela pública Stephen Hawking, con todas las actividades, “eso durará más o menos unas dos horas (…) tienen cinco profesoras: terapia física, terapia de lenguaje, una psicóloga, la profesora “regular” y educación ocupacional”.

Aparte de asistir al menor de sus hijos durante las conexiones virtuales, le ayuda con masajes y con las terapias que las docentes le explican. Con el uso de férulas, plantillas ortopédicas y el andador, ayuda a su hijo a avanzar. “Antes de la pandemia él no caminaba y ahora ya lo hace. Sí, yo creo que tiene que ver con que estamos ahora más cerca, en familia”.

Con su tono de voz afable nos invita a pensar que para ella no ha significado un gran choque el quedarse en casa. Sin embargo, su economía se ha visto fuertemente alterada. Además, el hogar, su espacio íntimo y de cuidado se ha convertido en aula de clases, espacio educativo y su taller ha regresado al lugar donde inició, la casa. Ahí en una mesa de madera da forma y color a sus artesanías. Figuras como duendes predominan entre sus creaciones.

Sigue sonriendo e intenta sacar lo positivo de la situación. A pesar de no tener un ingreso fijo, dice que mientras no falte la comida todo puede llevarse. Sus ingresos provienen de algunas piezas que logra vender a través de internet y de las empanadas chilenas que prepara todos los viernes.

La población económicamente inactiva llega a 4.5 millones de personas, casi 180000 más que en 2019, lo que representa casi siete veces la población de Paute. De esa cifra, cerca del 61 % son mujeres. Esto se debe, según los representantes del INEC, a tres factores: pandemia, maternidad y clases online, lo cual refleja notoriamente un punto de inequidad.

Para cuando llegue el fin de la pandemia, Maura espera volver a las ferias, a tener su almacén, desea abrir un café-galería con su penúltimo hijo y que su hijo menor vuelva a la escuela.